Por qué muchos políticos
no saben cuánto cuesta un café
Por: Andrés Lizarralde
Consultor en Marketing Político
Es muy común que hoy muchos políticos del ámbito local, regional o nacional no sepan cuánto cuesta un café en la panadería de la esquina o una libra de arroz en una tienda de barrio como le sucedió al entonces Presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero en marzo de 2007, en el programa de televisión “Tengo una pregunta para usted.”
Sin embargo, quiero abordar este tema no para
darle toda la importancia al conocimiento que deben tener nuestros líderes por
la economía del hogar o asuntos de la canasta familiar. En realidad, lo que
pretendo es hacer que nuestros dirigentes se tomen unos minutos para
reflexionar sobre el cambio que puede generar para su vida el nuevo status.
Sin el ánimo de incomodar, criticar o que me
den la razón, quiero decirles que aunque para muchos políticos el hecho de
lograr un cargo de elección no genera un cambio en su forma de ser, estilo de
vida y comportamiento frente a los demás ciudadanos, quiero decirles que si.
A lo que me refiero, es que el hecho de no
saber cuanto cuesta un producto de la canasta familiar, pone en evidencia que
para muchos está por encima la condición de dirigente que la de ciudadano del
común, pues con o sin intención pasó a ser alguien que ya no camina las calles
y que no conoce de manera exacta las necesidades de la gente, porque sus
ocupaciones lo alejaron de la vida cotidiana de la ciudad.
El no saber cuanto cuesta un café o una libra
de arroz, es como no tener la medida exacta de los minutos que te puedes
demorar en llegar de un barrio a otro, porque ya lo haces en carro y tomando rutas
diferentes todos los días. Es como desconocer cuánto se puede gastar un ama de
casa haciendo las compras para el almuerzo de su familia en el supermercado de
la esquina o cuánto le cuesta a un estudiante en tiempo y dinero ir a la
universidad en el transporte público.
La verdad cualquiera podría tardar varios
minutos haciendo muchas cuentas erróneas en su cabeza buscando respuestas,
mientras los ciudadanos evidenciamos que nuestros políticos dejaron de ser
personas del común por dedicar gran parte del tiempo a su oficio y
probablemente se olvidaron de quienes los apoyaron con su voto.
Por todo lo anterior, en lugar de volverte
loco buscando respuestas a las hipótesis anteriores como le sucedió a Zapatero
frente a millones de televidentes, es mejor que pienses que para llegar hasta
donde estas primero fuiste un ciudadano y que ese comportamiento que dejaste de
lado fue el que aprobaron quienes te respaldaron, y que por ellos estás allí,
seguramente porque eras su amigo, vecino o conocido y no alguien alejado de lo
cotidiano, que ya no camina sino que levita y a quien pareciera no lo afectan
problemas de los demás.
Con esto no quiero decirles que dejen de ser
políticos, ni que jamás vuelvan a aspirar a un cargo de elección popular, sino que
simplemente piensen que pueden continuar con sus labores sin alejarse de la
gente, sin dejar de caminar las calles y sin dejar de hablar o compartir con el
vecino; pues eso solo hace que la comunidad perciba un cambio drástico entre el
amigo y el político, cambio que no deja nada bueno y por el contrario le restará
puntos en un nuevo proceso electoral.
Entonces, en lugar de sacar excusas,
responder con evasivas o simplemente afirmar que un político jamás podrá ser
una persona normal, piense que su posición no le impide hacer las cosas que
hacía de manera cotidiana o en campaña como ir a la cafetería, jugar un partido
de fútbol o compartir en una kermes con los habitantes de su barrio o ir al
mercado con su esposa. Es decir, que puede seguir sobresaliendo en la parte
pública asumiendo una actitud de campaña y contacto permanente con la gente,
pues a mayor poder más sencillez.
En conclusión, piense que todo aquello que ha
dejado de hacer como político es lo que le da cercanía con las personas, le genera
valor agregado a su imagen y hace que se diferencie de los demás, para que más
tarde no se mate la cabeza pensando cuanto cuesta un café.
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